Interior de Alicante

56 años del día mas triste de Ibi: La explosión de la fábrica de la pólvora

todayagosto 15, 2024

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Este viernes 16 de agosto se cumplen 56 años de la explosión de la empresa Mirafé la “fábrica de la pólvora” de Ibi, que causó 34 muertos oficiales y destapó las miserias del crecimiento industrial

El vertiginoso crecimiento industrial y urbano que Ibi había conocido desde 1950 se detuvo en seco hace ahora 56 años. Al anochecer del 16 de agosto de 1968, un trágico accidente laboral sumió en el dolor a una localidad que hasta entonces había saboreado las mieles del desarrollo. Una explosión en la empresa Mirafé, dedicada a la manipulación de fulminantes para juguetes, provocaba la muerte de 34 personas con los datos oficiales, pero otros tantos fallecidos extraoficiales y dejaba ver que el progreso tenía también sus sombras.

La “fábrica de la pólvora”, como era popularmente conocida, tenía un gran volumen de producción, al igual que el resto de empresas de Ibi en ese momento. Las pastillas que se detonaban en las pistolas de juguete eran uno de sus artículos más demandados. No es de extrañar, por tanto, que en el instante de la explosión hubiera más de 60 personas trabajando en la fábrica, a pesar de ser un viernes de agosto, posterior además a un día festivo. La facturación era tal que la empresa estaba ampliando sus instalaciones. Varias de las víctimas eran operarios de la construcción que estaban levantando la nave nueva.

Una gran mayoría de los muertos y heridos no habían nacido en Ibi. Formaban parte de la oleada inmigratoria, procedente sobre todo de Andalucía y La Mancha, que en apenas 15 años había hecho que el municipio pasara de 4.000 habitantes a 10.000. Personas que habían dejado atrás una vida agraria en busca del bienestar económico que ofrecía la industria. Gente dispuesta en algunos casos a hacer jornadas maratonianas sin cualquier compensación laboral más que el sueldo, como sucedía en la empresa siniestrada.

Los trabajadores de Mirafé carecían de contrato, y los propietarios no ponían obstáculo a que, en los días de verano, hubiera niños que ayudaran a sus padres y madres en la fábrica, para que ellos produjeran más y así obtener una remuneración mayor. La versión oficial de los hechos achacó el significativo número de fallecidos menores de 14 años a que esperaban fuera la salida de sus familiares al producirse el accidente quedaba media hora para acabar la jornada-, pero los testimonios de supervivientes corroboran que en realidad estaban dentro de las instalaciones. Tampoco se ponían impedimentos a las embarazadas, tal y como muestra la muerte de dos mujeres en estado avanzado de gestación. El feto de una de ellas salió despedido varios cientos de metros con la explosión y acabó en la puerta de una masía próxima.

Días después de la tragedia, el Ayuntamiento de Ibi enviaba un escrito al Ministerio de Trabajo, en el que admitía que desconocía las actividades que desarrollaba Mirafé y que la empresa ni siquiera estaba dada de alta. Mientras, algunos editoriales de periódicos de tirada nacional, como “Arriba”, pedían inspecciones laborales duras que impidieran estas irregularidades. En el Arxiu Municipal d’Ibi / Archivo Municipal de Ibi tienen constancia de la celebración, años después del suceso, del correspondiente juicio en Alcoy, pero nunca trascendió a la luz pública nada al respecto, ni consta que se depuraran responsabilidades. Esto pudo deberse en buena medida a que los propietarios de la fábrica, los hermanos Juan y Francisco Ferré Planelles, también murieron en el siniestro.

No obstante, el Estado sí concedió ayudas económicas y pensiones permanentes a la mayoría de los damnificados, por un importe de 1.805.000 pesetas de la época. Asimismo, se promovió una cu-estación popular para las víctimas del accidente, un ejemplo de la solidaridad en cadena que generó el suceso. Destacó la de los vecinos de municipios cercanos, sobre todo Alcoy, adonde fueron trasladados los heridos. Además, se recibieron telegramas de condolencia de toda España, algunos muy emotivos como el del Ayuntamiento de Cúllar (Granada), que sentía como propia la catástrofe porque de allí eran varios de los fallecidos. Incluso hubo quien se ofreció a adoptar a niños que hubieran quedado huérfanos, si bien tal medida no fue necesaria.

La principal ayuda, sin embargo, fue la de los propios ibenses. Quien más, quien menos, todo el mundo puso cuanto estuvo en su mano para mitigar el dolor de una verdadera tragedia colectiva, sin distinción de procedencias nativas o foráneas ni clases sociales. El luto, por otra parte, tampoco impediría que el desarrollo del municipio continuara, aunque siempre con el recuerdo de que hechos como los de aquel 16 de agosto de en 1968 no debían volver a producirse.

Written by: Redacción


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